No os preocupéis, no me he arrepentido de mi idea de ser madre. Tampoco de escribir un blog sobre las experiencias que voy acumulando.
Sólo es una mudanza.
Ahora podéis encontrarme aquí:
Todo lo que pienso y siento mientras voy al encuentro de Futuro Bebé.
Se trata de una vitamina del grupo B, concretamente, la B 9. Desempeña un papel primordial en el embarazo: reduce el riesgo de tener un hijo con espina bífida, graves anomalías del corazón y otros defectos.
Estas alteraciones se producen en las primeras semanas de gestación, cuando la mujer aún no sabe que está esperando un hijo. Si empieza a tomar ácido fólico cuando el embarazo se ha confirmado, es tarde para prevenir esos defectos.
¿Durante cuánto tiempo antes debe tomarlo?
Como mínimo durante un mes antes. Dado que es imposible saber cuándo va a producirse la concepción, la futura madre debe tomar esta vitamina cuando la pareja todavía no ha dejado de utilizar un método anticonceptivo seguro. Sólo de esta forma la mujer podrá estar completamente segura de que está tomando ácido fólico durante las primeras etapas del desarrollo embrionario de su hijo.
¿Pasa algo por tomarlo mucho tiempo debido a que el embarazo no llega?
No sólo no pasa nada, sino que es bueno para la mujer. El consumo de dosis bajas de ácido fólico en la edad adulta reduce el riesgo de padecer problemas cardiovasculares y, muy posiblemente, de cáncer de colon.
¿Hasta que mes hay que tomarlo?
Para prevenir defectos congénitos sólo es necesario ingerir ácido fólico hasta el final de la 14ª semana de gestación, contando desde el primer día de la última regla.
¿Por qué en algunos casos hay que tomarlo a lo largo de toda la gestación?
En algunas situaciones, cuando la embarazada tiene anemia el médico le recomienda seguir tomando ácido fólico. No hay ningún problema. Ciertos estudios han mostrado que esta vitamina puede disminuir el riesgo de complicaciones durante el embarazo, como las alteraciones placentarias o la hipertensión.
¿No basta con el que se encuentra en los alimentos?
Algunas frutas y verduras contienen ácido fólico, pero esta vitamina se disuelve en el agua de la cocción y se destruye con el calor. Por tanto, habría que consumir cinco o más raciones de verdura o frutas todos los días, para estar seguros de tomar suficiente. Pero como esto es difícil, se recomienda ingerirlo en pastillas. En ciertos países se ha añadido ácido fólico a la harina para asegurarse de que esta vitamina le llega a toda la población. Pero aún no se ha hecho en España. Una medida preventiva adicional consiste en alimentarse bien desde antes de buscar el embarazo, a ser posible siguiendo la dieta mediterránea.
¿Cuál es la dosis recomendada?
Depende de las circunstancias de cada pareja. Si han tenido un hijo afectado de espina bífida u otro defecto del tubo neural (o lo han perdido durante la gestación), la mujer debe tomar una pastilla de 4 miligramos. Si no tienen antecedentes familiares de esos defectos, basta con que tome 0,4 ml. Algunos expertos sugieren consumirlo con vitamina B 12.
La mayoría de las mujeres parecen comprender instintivamente la necesidad de una experiencia rítmica y automáticamente hamacan y palmean a sus hijitos. Más aun, cuando una madre mece a su hijo, tendrá una tendencia a hacerlo siguiendo el ritmo de su propia respiración o de la del niño; al palmearlo, este ritmo reproducirá también el ritmo cardíaco de la madre o del niño. La cuna mecedora, raramente empleada en nuestros días, solía brindar una sensación de seguridad basada en el ritmo. Hasta casi el final del siglo XIX, era considerada indispensable. Sin embargo, a finale de 1890 los pedíatras comenzaron a objetar su empleo, acusándola de ser formadora de hábito y a condenar el mecer a los niños como una “práctica malsana”. Eventualmente la confortable mecedora fue reemplazada por la rígida extensión desprotegida de una cuna. Montagues es un ardoroso defensor de la vuelta al uso de la mecedora.
Montagu también considera que los bebés norteamericanos no son tocados ni tenidos en brazos el tiempo suficiente. Para muchos mamíferos las primeras experiencias táctiles son literalmente una fuente de vida. El animal recién nacido es cuidadosamente lamido y aseado inmediatamente después de nacer y luego con frecuencia, esto no es tanto una medida sanitaria como un estimulo tangible necesario. La piel es masajeada y los impulsos sensoriales llegan al sistema nervioso central y despiertan los centros respiratorios y otras funciones. Este despertar constituye una necesidad del animal recién nacido. El que no reciba este tratamiento, es muy posible que muera. Montagu sostiene que en los seres humanos, las prolongadas contracciones del útero que constituyen el trabajo de parto, cumplen la misma función que la lamida después del nacimiento en los animales. Ambos ponen en funcionamiento los sistemas vitales del ser.
Sin embargo, la necesidad del contacto táctil estimulatorio no termina a los pocos días del nacimiento. Los famosos experimentos de Harry Harlow prueban que por lo menos para los monos, el continuo contacto de la piel es extremadamente importante. Harlow separó a monitos recién nacidos de sus madres y los colocó en jaulas con dos madres sustitutas artificiales. Una de estas figuras hecha de alambre, periódicamente les proveía leche. La otra, confeccionada con felpa, no les proporcionaba alimento alguno, sin embargo, los monitos no preferían la figura que les proporcionaba comida, sino que se acercaban, con mucha más frecuencia, a recibir el contacto de la felpa, que al parecer les proporcionaba consuelo. Aparentemente, para ellos, era tan importante el contacto corporal como el alimento.
El contacto corporal es también muy importante para los seres humanos recién nacidos. Si se los separa de sus madres inmediatamente después de nacer y se los interna en alguna institución, padecerán lo que se conoce como síndrome de la “privación materna”. El desarrollo mental, emocional y aun físico de estos pobres niños, está amenazado. Los niños de orfelinato son demasiado tranquilos y duermen en exceso. Desde que tienen cinco meses, hasta los ocho, tendrán una tendencia a consolarse solos mediante un balanceo monótono similar al que realiza un adulto sumido a una gran pena. El bebé huérfano hasta reacciona en forma distinta al ser tomado en brazos. Dos científicos que efectuaron estudios de este problema escribieron: “No se adaptan bien a los brazos de los adultos, no parecen querer acurrucarse y hasta se nota una falta de flexibilidad. . . Parecen muñecos rellenos de aserrín; se mueven y flexionan correctamente las articulaciones pero se los siente algo rígidos, como si fueran de madera”. Al igual que los cachorros de animales, los niños parecen necesitar que se les estimule el sistema nervioso de alguna manera para poder desarrollarse normalmente.
A pesar de que en nuestros días son pocos los niños norteamericanos que padecen de ausencia materna, Montagu piensa que aun los bebés normales en nuestra cultura no reciben el estímulo táctil suficiente. Ciertamente, si comparamos la forma en que son tratados los niños en otras culturas, des cubriremos que los norteamericanos figuran entre los que reciben menor proporción de contacto. Los bebés balineses, por ejemplo, pasan sus días dentro de una faja que sus madres, sus padres o alguna otra persona lleva colgando a la espalda. Por la noche, duermen en brazos de los adultos. Las madres esquimales de Netsilik mantienen a sus bebés desnudos con excepción de un pañal, sobre su espalda, metidos dentro de su parka que tieneun cinturón especial que la convierte en una bolsa muy adecuada. En los Estados Unidos, por el contrario el bebé es llevado en un cochecito, atado ocasionalmente al asiento de un auto, o librado a su propio albedrío en una cuna movible o un “corralito”. Cuando duerme, lo hace solo. Esta temprana separación del bebé y la mamá en nuestra cultura, probablemente contribuye al sentimiento de estar aislado en el adulto, que se siente aun dentro de la familia.
Montagu no es muy afecto al modo de criar los niños en el mundo occidental. Más aun, cree que la privación del contacto táctil de los bebés norteamericanos produce un adulto torpe en el arte de hacer el amor y una mujer que, con frecuencia, está más interesada en el acto en sí por el contacto corporal que entraña, que por la gratificación sexual que pueda obtener de él. Algunas mujeres que se convierten en ninfómanas, lo hacen en un aparente deseo ferviente de ser acariciadas y estrechadas entre los brazos; realmente un desesperado deseo infantil.
La evidencia de la pobreza táctil surgió en uno de los pocos estudios naturalistas realizados con respecto al contacto. Vidal Starr Clay observó el comportamiento táctil de madres con sus hijos en lugares públicos. Descubrió, como era de esperar, que los niños son tocados cada vez menos a medida que crecen. No obstante, los que mayor contacto físico tenían con sus madres no eran los llamados “niños de brazos”, sino los más grandecitos; los de menos de dos años que ya sabían caminar. En nuestra cultura, hay una cantidad de cosas que se interponen entre la madre y el niño: biberones, pañales, cunas, cochecitos, etc. El niño comienza a disfrutar de un período satisfactorio de contacto cuando comienza a caminar y luego éste disminuye progresivamente hasta decaer casi totalmente a la edad de cinco o seis años.
Las observaciones de Clay mostraron también que la mayoría de los contactos entre la madre y el niño se producen a través de los gestos que aquélla realiza para atenderlo —limpiarle la nariz, arreglarle las ropas— más que expresiones de afecto. Asimismo comprobó que las niñitas eran tocadas con mayor frecuencia que los varones. Otros estudios revelaron que las niñas son sometidas a mayor número de demostraciones de cariño que los varones y que aquéllas mantienen durante más tiempo la alimentación maternal. Así como a los varones se les permite una mayor independencia física, a las niñas se les proporciona una mayor independencia emocional. La madre norteamericana parece tan empeñada en no sobreestimular a sus hijos varones ni sexual ni emocionalmente, que en realidad probablemente peque de lo contrario. Tal vez ésa sea la razón que lleva a las americanas adultas a sentirse más cómodas con respecto al contacto corporal que los hombres.
‘’Para el bebé, ser tenido en brazos representa amor. Pero a medida que crece la forma en que lo sostienen representa mucho más que eso. Le indica muchas cosas acerca de la persona que lo sostiene; se da cuenta cuándo el que lo maneja está nervioso y no está acostumbrado a tratar con bebés. Puede sentir la tensión que acompaña a la ira y captar el letargo de la depresión. A temprana edad, comienza a absorber los sentimientos de su madre hacia el sexo, que le son transmitidos de manera no verbal. El psiquiatra Alexander Lowen explica que si una madre siente vergüenza de su cuerpo, podrá transmitir ese sentimiento al amamantar a su hijo, por la forma tensa y poco graciosa en que lo haga. Si los órganos genitales le resultan repulsivos, lo demostrará al cambiar los pañales de su niño. Debe ser difícil, casi imposible, tratar de esconder estas reacciones básicas ante la ávida atención del infante."